N.Djokovic - R.Nadal (6-2 4-6 6-2 7-6) | Rafa "vacuna" a Djokovic en París

Son ya 110 victorias y 13 títulos en este circuito donde luce su efigie, mas, sin ni muchísimo menos desmerecer actuaciones deslumbrantes, que las hubo y muchas, resulta bastante difícil dar ahora con una exhibición como la protagonizada el día de ayer por Rafael Nadal a lo largo de las dos primeras horas de su partido ante Novak Djokovic, el número 1 del planeta y el jugador que le persigue en la emocionante carrera por acabar con mayor número de cimas coronadas.

Cuando ciertos rastros, apoyados por las palabras del propio Nadal, apuntaban a su terminante rechazar en el campeonato que prosigue rigiendo como absolutamente nadie lo va a hacer nunca, el de España realizó una representación prácticamente perfecta, cuyas consecuencias solo el orgullo y la calidad de su contrincante pudo mitigar para conducir la disputa a instantes de excepcional intensidad en los dos frentes.

Más incesante y acertado en su propuesta, más entero en el tramo terminante, el de España superó al defensor del título por 6-2, 4-6, 6-2, 7-6 (4), tras 4 horas y 12 minutos para erigirse en el máximo aspirante a conquistar el último día de la semana su decimocuarto título y vigesimosegundo Grand Slam, tras hacerse a inicios de curso con el Abierto de Australia. Por el momento, se encarará este viernes en semifinales a Alexander Zverev, que ganó en 4 sets a Carlos Alcaraz.

Raras veces desde el momento en que comenzó en el campeonato en 2005 sintió Nadal tan intenso el apoyo de los apasionados a lo largo de un partido. Los chillidos de «¡Rafa, Rafa, Rafa!», acompañados a veces por inadecuada acústica taurina, se sucedieron entre las voces más entusiastas de las 14.800 personas que llenaron la Central desde antes que tomase temprana ventaja aprovechando su tercera pelota de ruptura.

Su inicio fue aplastante. Djokovic no veía la forma de hacerle puntos, acudiendo a las dejadas no como un arma, sino más bien como un recurso agobiado. Corto de preparación, perjudicado por inconvenientes físicos hace unas semanas, llegado de un duro compromiso de octavos ante Felix Auger-Aliassime y en un horario que aparentemente favorecía las condiciones de su contrincante, Nadal arrancó con enorme acierto y determinación, recordando a la final de 2020, disputada en hasta determinado punto homologables circunstancias atmosféricas. Entonces pasó sobre Djokovic con enorme contundencia. Si en aquella ocasión, salió con un 6-0, esta vez se escapó con un asimismo concluyente 6-2.

El de Belgrado, que se presentaba como vencedor en la ciudad de Roma, con 22 sets sucesivos ganados desde el Foro de discusión Itálico y 11 victorias seguidas en Roland Garros, se sentó en la silla desconcertado, en pos de soluciones que no llegaban. Lo de Nadal, que este viernes cumple 36 años, era puro ballet, danzaba por la Philippe-Chatrier con la habilidad de sus mejores días, hallaba las líneas y sostenía a Nole en desequilibrio permanente. No había una sola concesión para el balcánico.

Obligado a todo, el de Belgrado reaccionó. Nadal, que se había ido 3-0, procuró amarrara al sexto juego tal y como si le fuera la vida en él, si bien Nole logró igualar a 3 aprovechando su quinta bala, en otra prologada disputa. El de España frenó la sangría de 4 juegos sucesivos perdidos e igualó a 4. Mas el carácter sublime de su actuación era bastante difícil de mantener. Djokovic había dado un paso adelante, considerablemente más beligerante con el resto, y aprovechó en el décimo juego su segunda pelota para igualar a un set.

Lejos de acusar el golpe, Nadal se fue al vestuario y retornó como un ciclón, para llevarse los dos primeros juegos y encauzar un set que cerró con sencillez inesperada. No era el resultado, si bien pudiese semejarlo. Se trataba de un partido de cuartos, si bien los dos sabían que había considerablemente más en juego, que el ganador adquiría muchos billetes para llevarse la copa. Djokovic no aprovechó las dos pelotas de que dispuso para forzar la quinta manga y cavó su fosa. No fue el último partido de Nadal en París, como había insinuado. Sí, una nueva y excepcional manifestación de su inacabable poder sobre la tierra.

TiroAlpalo