A.Zverev - C.Alcaraz (6-4 6-4 4-6 7-6) | Zverev frena a Carlitos en Roland Garros

Acaba la historia con la Philippe Chatrier en pie, brindando una sentida ovación a los dos y con una confesión escatológica: “Me he cagado en los pantalones”. Habla y suspira de alivio Alexander Zverev, que departe aún con la adrenalina en el cuerpo tras un fantástico tú a tú con Carlos Alcaraz. Se despide el de España de París en los cuartos (6-4, 6-4, 4-6 y 7-6(7), mas lo hace metiéndose al grande francés en el bolsillo. Hay Carlitos para rato, piensan los parisinos.

Han sido 3 horas y 18 minutos de vértigo y se lleva el premio el que más billetes ha comprado. Zverev degusta su primera victoria contra un top-10 en un grande (ahora 1-11) y se erige en la negación del chaval, al que absolutamente nadie ha batido 3 veces, que surfeaba una ola exquisita (títulos en Barna y Madrid) y enlazaba 13 triunfos consecutivos, y que 3 semanas atrás le había sacado los colores en Madrid. Se va Alcaraz, mas con la cabeza bien alta.

Nada debió ver el cruce de principios de mes en la Caja Mágica con el de esta vez. Zverev, sobre alarma y con la lección bien aprendida, planteó una versión considerablemente más rocosa en el peloteo y no se dejó distraigas. Titubó en las primeras bolas, mas cuando su palanca entró en calor y ajustó la mira, prácticamente todo comenzó a pasar por su servicio. Si tiene el día con los primeros, no hay forma de hincarle el diente. Tiene un registro limitado el de Hamburgo, que ha pasado por las manos de múltiples técnicos –entre ellos Ferrero, en una relación fugaz de 8 meses– para evolucionar su juego sin demasiado éxito. Prosiguen los malos modos, la desidia recurrente, la abulia dentro y fuera de la pista. Mas conserva dos golpes diferenciales.

Uno es el saque, como es natural. Incontrovertible en las dos primeras mangas —seis puntos cedió en la primera y diez en la segunda—, no hay quien atrape esa estela si halla cadencia y siente la bola. Alcaraz compite en motocicleta de alta cilindrada, y ni aun así. El otro es el revés. No es tan arquitectónico como el de Novak Djokovic y está lejísimos de la estética de Roger Federer, mas cuando está a tono le deja regir el duelo a ritmo de metrónomo y terminar el punto con la versión cruzada. Su paleta de colores no es extensa, mas ese mazo y ese dorso le dan la vida. No es escasa la cosecha: 19 trofeos, 11 finales más; un oro olímpico, dos Copas de Maestros, 5 Masters 1000. Y todo en la mitad de mucho lío, sin llegar a explotar de veras.

Sí lo ha hecho Alcaraz, que en términos estilísticos y de proyección ofrece todo lo contrario: una moral de trabajo ejemplar, actitud y discreción, metódico en el día a día; inventiva e imaginación por los 4 costados, selección sibarita en las dejadas. Dos mundos. Dos vías antagónicas cara la cima. Arrolló al alemán en la Caja Mágica, mas esta vez se halló enfrente con otro jugador. Ni indicio de ese Zverev apagado. “Ahora va a ser diferente”, se prevenía. Y así lo fue. Ya había sufrido contra Albert Ramos en la segunda ronda, mas esa tarde se vistió de Houdini y consiguió escapar, salvando una bola de partido. Esta vez, Zverev aún lo acorraló más. Despertó tarde, demasiados fallos (56).

El tallo alemán decantó los dos primeros parciales con oficio y resolución, acertado para hallar el hígado del de España cuando le convenía. Dos crochets, dos mordiscos al partido. Abierto el abismo, más sangre fría y más buen hacer. Mas no estaba todo dicho. Se lanzó a por este motivo con todo y halló la acritud de la central: “¡Cag-los, Cag-los, Cag-los!”, le dedicó la grada con la meta de insuflarle aire al murciano, de reanimarle. La banda sonora de la tarde. E procuró Alcaraz sublevarse, a base de corazón y osadía, despegándose de la línea de fondo y yendo al abordaje: atrajo al contrincante a la red y trató de coserlo a dejadas. Un arsenal de fantasía. Al gato y al ratón, prácticamente siempre y en todo momento se salía con la suya.

Así se reenganchó, y así penalizó a Zverev, incómodo siempre y en todo momento en la carrera vertical. Con 4-4 en el tercer set, Alcaraz salvó una situación límite (bola de break) y ahora tiró el zarpazo. Se adjudicó el set y recortó diferencias, y al alemán le entró entonces el mosqueo. Los líneas no cantaron un par de bolas que habían salido fuera, corregidas a posteriori por la juez de silla, y la grada francesa se volcó con descaro con el de España. Grito de guerra en la Chatrier: “Alcaraz, le Agrande!”.

Hombre caliente y con tendencia a la desconexión, Zverev sostuvo el tipo a pesar de que la grada le volvió la espalda y además de esto se halló con un regalo. Una doble falta le dejó a un palmo de la victoria, mas cuando mejor lo tenía, a falta del golpe de gracia y sirviendo para ganar, se capturó. Suspense hasta el final. El embrollo y la bravura de Alcaraz condujeron el set a un desempate de 24 quilates, resuelto de poder a poder.

A cada órdago de uno, llegó uno superior de otro. El de España, nervios de acero, apuró un par de líneas y tiró un pasante descomunal; después procuró atemorizar al alemán yéndose a la aventura, mas en el fotograma terminante probó un saque-red al que respondió Zverev con un revés igualmente excepcional. Se difuminó por el camino una bola para una quinta parte.

Hasta ahí llegó este trazado del joven de El Palmar. Solo Sebastian Korda, en Montecarlo, había podido con él en esta vira. Vítores para los dos, la central en pie, un esbozo de lo que está por venir —Caglos promete emociones fuertes en París— y el alemán brazos en alto. Simplemente, lo mereció.

TiroAlpalo